Este sábado tuve más problemas que los Pérez García. Entre la depre (que generó una escalada de compras sin precedente), la rotura de las medias (Silvana Por supuesto) y las despedidas que tuve que hacer, casi me tiro abajo del 60.
A la tarde fui con mi santa madre, que está oficiando de acompañante terapéutica (dicho sea de paso, nuestro idilio madre/hija se va a terminar en 5...4...3...2...), a comprar algo con el que confeccionar el disfraz para el cumple de B. Como se me metió en la cabeza ir de secretaria ejecutiva (por algo me compré un par de Paruolos nuevos), decidí que quería pollera tubo de raso negro, y una camisita blanca. Terminé por comprar un chalequito que me salió un millón, una camisa que me salió otro ojo de la cara y una pollera que bien podría haber sido más dolorosa, pero por suerte no.
Llegamos a casa y empecé a vestirme para ir a laburar, como yo te trabajo el formal para el laburo supuse que podía ir disfrazada que nadie se iba a dar cuenta. Pero oh sorpresa! Todo me quedaba mal, TODO lo que me quedaba divino hacía un ratito!!
Me puse las medias (con costura atrás) y se me corrieron al instante. Hacía un calor de morirse -como en el probador de ONA que no tiene aire ni en verano me dijo la vendedora- y no es recomendable probarse ropa con calor!
Hecha un embutido alemán, con el la piel brillosa por el sudor -que en nada se parece al aceite Johnson & Johnson que se ponen los felinos tillenescos- me miré al espejo, al tiempo que trataba de alinear la maldita costura de las Silvanas Porsupuestos y sentía el frizz del pelo por la humedad en ambiente.
Llorando Pimpinela me fui a mi cuarto mientras mi mamá me decía "pero si estás divina!"... Un papelón.
Al final hubiese perdido menos dignidad esperando cual Penélope 2.0 él llamado telefónico.
Después del laburo, más tranquila y sin calor, me cambié en casa y llegué a la fiesta a las mil y una.
La pasamos genial. Yo, impecable. El chalequito es un sueño. Lo otro todavía no se sabe.
No hay comentarios:
Publicar un comentario