Aunque la vida esté bastante compartimentada, este enero me ha regalado respiros en distintos envases. Gente nueva, compañía de mundo experimentada, dedicada al placer en todos sus sentidos. Gente vieja (sin arrugas), con ímpetu y voluntad, mimos antiguos y aventuras contemporáneas.
Hace calor. Es cierto. No voy a negar que el glamour se escurre gota a gota y que cuando una pasa horas eligiendo qué ponerse, el golpe de calor que el monopolio elige refregarnos día y noche en diarios y pantallas, se encarga de convertir todo en una sopa unificadora. Ya no hay diferencia, estamos todos hechos un asco.
Pero a pesar de las elevadas temperaturas, y las sensaciones térmicas del infierno, de la cercanía al congreso, de la soledad insondable, de los malos presagios y las inseguridades, este enero no está tan mal.
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