miércoles, 20 de enero de 2010

Tarde cinematográfica


En la hora mágica, esa hora de luz violeta y rosa, con olor a humedad porque está por llover, a esa hora quiero estar pensando en cualquier otra cosa. En lo lindo lindo lindo que es el cielo a esa hora, en la textura del aire en mi piel, en la espera del milagro. Amo esa sensación de que puede pasar cualquier cosa.

Después del despilfarro involuntario de honestidad del lunes bien podría bajar un poco el tono, abanicar las pestañas y alejarme de mis palabras manchadas de veneno.


Porque fui venenosa antes de ayer. Yo sé. Qué se le va a hacer, es preferible decirlo, escribirlo, publicarlo, a que se te haga cáncer en la garganta.

Arranqué con lo de la hora mágica porque fue en ese momento que salí de trabajar, envuelta en mi pimpinela barata y llorando me perdí por colegiales, como si no supiera dónde estaba. Porque ahora no estoy triste casi nunca, estoy trabajando la de me pongo Andrea del Boca de golpe y todo junto.


Extraviada en un barrio conocido, como una forastera, a los tumbos en plan qué ganas de no verte nunca más (Valeria es la reina del resentimiento). Disimulando por turnos para que los vecinxs no notaran el colirio interior. Pero no había capa invisible que me salvara del escrutinio ajeno. Porque yo estaba caminando tranquila sin prisa, sin pausa, mientras todxs corrían al resguardo de algún techito preparándose para el tsunami porteño.

La hora mágica se estaba muriendo, fagocitada por la tormenta de la muerte. Pero no tuve tiempo de hacer el duelo por los colores que pintaban mi tristeza, porque rápidamente se levantó el viento que vuela todo, la fiesta de la lluvia de gota gorda, se estaba cayendo el cielo.

En poco tiempo ya estaba como salida de la pileta, con los mechones de pelo pegados a la cara, la pollera símil escurridor, y la remera blanca mostrando preguntales.

Así me subí al 151 que como veloz canoa navegó por el Palermo-Venecia y tardó sólo una hora en llegar al centro infierno que me hospeda.


Ahí me esperaba M con mimos y consuelos de amiga de años. Después de la ducha antipulmonía me puse el vestidito/mantel y me fui a una cena que estuvo de lo más interesante.

No podría haber sido más cinematográfico si lo hubiesen guionado. Son cosas que pasan en la hora mágica.


Siempre puede suceder algo lindo.


Brindo por eso.

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