lunes, 18 de enero de 2010

Hard comunications

Me confundí de teléfono. Pero pensé que no era grave. Esperaba distancia, pero no. Y ahora nudo en el pecho, con la certeza de que el otro lado está todo desenredado.
Desenredarme sería ideal. Ideal. Como el equis, desenredado y feliz. Ideal.

Se habrá enamorado? Habrá conocido a una gringa con la cámara cosida al pecho, sacando fotos en las ruinas de imperios alguna vez gloriosos y hoy escombros carísimos? Será eso?

A veces me agarra la idea de que el equis puede llegar a leer este blog. Por ahí lo hace. Y me veo a mi misma censurando oraciones enteras, para no mandar el mensaje equivocado. Pero al diablo con eso. Si quiere enterarse de cómo estoy, porque no puede llamar, porque le da culpa, porque no sabe... que lea mi humilde tacho de basura literario. Lo único que no quiero es ser la única en este entuerto. Podrida de hablarle a la nada misma.




De última, si no lo lee será un ejercicio más de catarsis patética, de duelo eterno, de este enero que es aburrido y el tedio es el mejor caldo de cultivo para la pimpi. Y si lo lee, que sepa que lo hago de frente, sin esconderme detrás de eufemismos rosas.

No sé cuándo se va a terminar esto, pero sería ideal que fuera pronto. Algo, un respiro, un cambio. Que mañana probablemente elimine este post a la mierda, arrepentida del vómito de oficina que ahora me brota. Pero hoy me importa un cuerno.
Hoy dejaré que otros me mimen, me hagan compañía, que necesito despejar el gris interno del día que venía soleado y se nubló de golpe.

Ya me siento mejor, escribir es útil.



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