martes, 29 de diciembre de 2009

De la depilación y otros horrores


Mi abuela siempre dice que una tiene que andar con bombacha sanita y medias sin agujeros, por si tenés un accidente y te tiene que ver un médico. Yo siempre renegué de la bombacha preventiva... pero then again, hace un millón que no estoy soltera.

Como siempre dejo todo a último momento. Mañana a las 9 am me voy del mundo con amigos hermosos para festejar la muerte del 2009 y reforzar las esperanzas en el próximo calendario.
Pero claro, vamos a la playa, lo cual significa someterse al espantoso ritual de la depilación.
Hay una razón por la cual una siempre va a la misma depiladora. Porque si una se va a exponer a que le viertan cera caliente en el cuerpo, se enfríe y tiren en seco a contrapelo para arrancar de raíz el vello corporal, es mejor que sea alguien que sepa lo que está haciendo y sea buena conversadora.

Hace un tiempo, tuve que salir corriendo de la misma manera que hoy. No me iba de viaje, pero por el potencial de una buena noche de sexo una también se arranca los pelos.
La experiencia fue desastrosa, era lunes, así que no pude ir a Rosa (depiladora de confianza -sistema español) ni pude llamarla a Liz (la que viene a mi casa y me habla de los hombres de su vida) porque no tuve tiempo. Por lo que aterricé en una pelu en la esquina de mi casa y fue una experiencia fatal. La chica no tenía idea de lo que estaba haciendo y se pasó todo el tiempo hablando de cosas que no me interesaban, y si una no está entretenida durante la tortura no funciona.
Hoy no quise correr ese riesgo, preferí correr otro y fui a una pelu de una cuadra más allá. La dominicana silente de piel de berenjena me untó con la cera caliente sin decir ni mú. Le pregunté de donde era, me contestó y eso fue todo.
Me depiló muy mal, me hizo doler, pero estaba tan inmersa en la tarea que no pude más que mirarla y sufrir (estar indispuesta no ayuda para nada). En un momento se puso a cantar, casi con la boca cerrada, como tarareando, tenía una voz hermosa, y se me ocurrió preguntarle cómo era su país. Su respuesta, cerrada también, fue "tropical".
Claro, qué pelotuda, la mujer encerrada en un sótano símil calabozo, sacándole pelos a las maniáticas porteñas y yo preguntándole cómo era su pobre paraíso natal.
No voy a dar detalles sobre el cavado profundo como el mar profundo, o lo que duele atrás de las rodillas. Me niego a repasar el traumático momento en que el folículo estoico, cede ante el arrastre imponderable de la cera. No quiero volver a vivir el talco, la cremita, el horror. Así que no lo haré.
Cuando volví me puse a investigar para futuros escritos, parece que los egipcios, los romanos, los griegos, los indios, los turcos, y otras civilizaciones también hacían el loco de depilarse, hombres y mujeres. Así que este tipo de masoquismo es histórico.

Pero volviendo al ahora, la vida de soltera encierra toda clase de placeres, pero como con todo, viene también la cal (o será la arena), por lo que una se obliga a mantener una cierta asiduidad con respecto a los puteríos de belleza. Cera, pinzita/pincita, bombachas sanitas, lo cual requirió una inversión -se ve que el equis no era exigente con la lencería- y toda clase de novelas.

Con todo, ya estoy lista para el año nuevo sin pelos. La fiesta playera se complementa con una troup de hermosos/as que cuentan en sus filas a J, P, A, L, S, G, M y Marily (que ya están allá) y Aliverti, que no lo conozco pero es un buena onda y además aportó el auto para regocijo de todos. Un abecedario todo para mí, para empezar otro año, con el corazón roto para seguir remendando, como las bombachas pero no, de esas me compro nuevas.


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